El metiche de marras

Wednesday, May 26, 2010

Ociociudades I

La valía de un perro

¿Qué hay más citadino que un perro?
Los perros son el catalizador del potencial económico y social de los habitantes de la urbe, o ya por lo menos de sus periferias. Bajo esa dinámica, no es lo mismo un french poodle o un rottweiller, que un can rabón sin raza definida. No es lo mismo un "Cookie", que un "Firulais". No es lo mismo el costal de croquetas que el costal de totopos. Y no es lo mismo una correa con logotipo que un vil mecate.
Los perros manifiestan, tal como sus dueños, actitudes similares pero bajo estímulos diferentes. El perro del citadino gruñe de contento y saludable jugueteo mordelón. El perro del pobre gruñe de rabia y terror ante otro posible atormentador de su hambre y sus costillas.
Así, no es de extrañar que a mayor alejamiento del centro de cualquier ciudad, la cantidad de perros se incremente. Este dato no es fortuito, obedece a un factor de la consabida cadena alimenticia. El perro cuenta, como todas las especies, con un depredador natural: el automóvil. Así, mientras mayor es la concentración de vehículos automotores, disminuirá la cantidad de cuadrúpedos en la misma vía.
En las ciudades, regidas por la velocidad, la gasolina y el rugido que marca territorios, los perros están condenados a las azoteas, los patios traseros, y la correa en sus momentos de paseo. Claro que nunca faltan los valientes canes que se aventuran en una lucha monstruosamente desigual con la consecuencia de las muertes sobre el asfalto, a razón promedial de tres por carretera.
Pero, en contraparte, en los barrios bajos, o altos en su caso geográfico, en los alrededores de los focos citadinos siempre en constante derrame, los perros tienen mayor control territorial, son más dueños de las calles, de los parques, de las aceras y de los postes, sus eternos aliados en el asunto del marcaje territorial. Aún así, no pueden todavía ponerse al tú por tú con los coches, a los que a pesar de sus acosos en jauría, hocicos gruñentes dirigidos a los neumáticos, ni siquiera espantan u obligan a reducir la velocidad.
Por eso: ¡Perros del mundo, uníos!
¡Y córranle que los atropellan!

Sunday, May 23, 2010

Para saber sobre qué tierra piso

Desde hace unas semanas estoy colaborando en el Sol de Tlatlapas (jeje, EMZ dixit).
Así que a partir de hoy comienzo a poner aquí mismo mis colaboraciones, bajo el sugerente título de Ocio-Ciudades.
Ya poco a poco me encargaré de dotarlas de sus respectivas imágenes.
sale, la siguiente es la primera

Thursday, May 06, 2010

Diálogos

Fueron días enteros dedicados a escrutar imágenes malas de obra pública.
Fueron tres noches acomodando fotos en páginas, poniéndoles marco, escribiendo datos técnicos, dando medidas a todo.
fueron varias sesiones de estira y afloja con el encargado de las obras municipales.
fueron semanas de poner/quitar/sustituir fotos que no convencían al patrón.
Fueron días de azuzar a los de la imprenta para que acabaran de imprimir en offset las páginas.
Fueron horas de no comer, de no dormir, de echarle montón a un tambache de revistas que ya se habían pospuesto por lo menos tres veces, y luego de prometer que  un día, que a cierta hora, que ya por la tarde la tienen en sus manos.
Y ahora resulta que no las repartimos, que el jefe dice que están mal,que tienen errores, que se escondan.
Qué fiasco!!!

Wednesday, May 05, 2010

De Cara al Book

Vivo entre dos mundos paralelos, y últimamente no sé cuál es el que debería priorizar.
En realidad lo tengo bastante claro.
El mundo real es el que vale. Aquí como, aquí vivo, aquí siento. Aquí están mis emociones, mis sensaciones.
Todo lo que a través de esa ventana se me presenta es un desfile inverosímil e inconexo de ostentosos solitarios.
Percibo como ruidos los avisos del facebook sobre el comentario X del amigo Y. Cuando me conecto aparecen líneas y líneas de gente que no conozco, que pone pastiches de filosofía, fotos, ligas, comentarios, textos que no acaban de envolverme.
Algo me hace sentir incómodo con toda esa gente. Ese gentío que se aparece intempestivamente sin que yo esté preparado para recibirlo. Es una fiesta ruidosa y poco productiva.
Son demasiados amigos que no comparten una amistad auténtica conmigo. Son amigos etiquetados. Son amigos con los que no cuento. Amigos que no me pueden ayudar cuando de ayuda se trata.
Me deslizo entre espectaculares pretensiosos, que esconden fachadas de cascajo gris. De los amigos que también lo son en la vida real, si los encontrara no sabría cómo, a partir de ahora, entablar una conversación.
Este ruido moderno ensordece mis ojos, tapa mis orejas y me impide discernir a tiempo lo que estaba buscando al momento de dar click a la casilla de enter.
Y yo que entraba sólo para buscarla a ella…
Pero se me pierde, me la oculta la multitud. No quiero verme como en esas escenas citadinas donde el gentío inerte se lleva las últimas agitaciones de su mano tendida a mí.