Se murió uno de los hombres que en su momento y con su obra contribuyeron a que me enganchara en el Rock; cosa que las vacas sagradas tipo Pink Floyd o The Beatles no lograban en mi niñez.
Kevin Dubrow sería todo lo maleta y arribista y mediocre que quisieran, pero en 1983 fue el único que hizo, con sus gritos y su imagen, que entrara al mundo del heavy.
Lo malo del asunto es que su muerte viene a ser de los más absurda y anodina y chafa. Antaño, morirse de una sobredosis era entrar al olimpo del Rock'n'roll. Ahora, es una verdadera pendejada; y más si se tienen 52 años y tu banda hace lustros que no es tocada ni en las radios de tu país en la sección de recuerdos.
Pero aún así: !Viva Quiet Riot!
Por otra parte, uno de esos animales que andaban las calles sin tantos aspavientos y sin más intención que simplemente vivir, acaba de encontrarse ante un espejo tipo Tezcatlipoca. El Perro fanzine peregrino resucita, y lo hace con toda su carga de huesos roidos y fotocopiados; faltaba más.
Ya se lo encontrarán por una de esas calles una y otra vez acribilladas por un presunto modernizaje urbano, cómplice de jugosos negocios por parte de nuestras autoridades.
y finalmente, encontré una horda de zombis que creí definitivamente sepultados muy a mi pesar.
Encontrarme nuevamente, hace unas semanas, en sendas tocadas barriobajeras me hizo saber que finalmente, el gusano no ha muerto, se enroscaba pernicioso a la espera de seguir fagocitando las entrañas harto podridas de ciudades periféricas a Tlaxcala.
Ahí estaba, muevamente en mi ambiente; hijo pródigo de un sonido subterraneo recibiendo la bienvenida de los que no han salido, ni quieren hacerlo, de la cloaca.
¡Hermanos roqueros, para ustedes será el privilegio de mi zombificación!
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