por estos días a Ángel le han dado la noticia que lleva esperando por más de cuatro años. Pero la encargada de dársela, tuvo la maldita ocurrencia de amargarle el dato con un comentario estúpido. Ya el añopasado esta misma mujer le había escamoteado la oportunidad. Resulta que hubo otras chicas haciendo antesala esperando una oportunidad similar, pero con la diferencia de que ellas ni se habían esforzado tanto, ni llevaban el tiempo que a Ángel le tomó posicionarse. El caso es que en ese entonces, de repente se dio la noticia que fulana y sutana y perengana ya tenáin plaza. ¿Y a las que se fletaron en los eventos? ¿Y las que estaban ahí casi a diario procurando hacerse evidentes? ¿Y las que pusieron a coordinar actividades, ayudar en labores de oficina, decorar cada semana su periódico mural, dar la cara como edecanes en festividades oficiales durante horas?
Una de ellas fue Ángel. Y así, de buenas a primeras la dejaban de lado y le daban el trabajo a otra que brillaba por su ausencia en esos eventos y que tenía la mitad de tiempo haciendo méritos.
En aquel momento Ángel se puso realmente mal. La frustración, el coraje, la humillación que suponía el que no valoraran su trabajo. Creyó, ante este acto discrecional, que la mujerona en cuestión le tenái cierta aversión. Con el paso de las semanas pudo tranquilizarse y averiguar qué le había faltado para ser tomada en cuenta.
Luego tomó la iniciativa de acercarse a otros dirigentes y nuevamente hacer ver su presencia y su necesidad de tener el trabajo. Poco a poco, sorteando toda clase de comentarios mal intencionados y suspicacias, logró llegar al dirigente principal e insistir en que esos cuatro años ya le daban cierto derecho a pedir un espacio en el sindicato. Aquel se comprometió a reparar la omisión anterior dándole un lugar este año.
Ya por octubre le habían pedido sus documentos, pero aquella mujer, le dijo que se esperara, que todavía no era tiempo.
El caso es que este fin de semana, la ya referida le habló por la noche diciéndole que al día siguiente a primera hora llevara sus papeles a la USET, pero que fuera discreta para que las otras chicas de la lista no dijeran que les daban su plaza a las influyentes.
De esta manera, le negaba la satisfacción de recibir su lugar, convirtiéndolo en un favor discrecional. Le amargó el gusto, la hizo sentir que todo lo que había hecho, todo lo que había gastado en ir y venir estos cuatro años no valían nada. Le dejó entrever que sólo porque era una asidua conversadora del lider sindical es que se le daba el chance.
Y todavía peor: dejaba implícita la puya de que seguramente debía esta oportunidad a actos fuera del ámbito laboral, a escapes y cosas menos comentable y dignas.
Y eso, no se vale.
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