que hace que una noche ponga otra cobija y al la siguiente de plano quite hasta la sábana.
hace unos días estuve gran parte de la mañana pintando un mural en mi azotea... ¿Que los murales son en los muros? es que este era sobre una manta para luego ser transportado. Bueno, y entonces, en los últimos toques de un licuado de verdes, negro y amarillo para el follaje de mis pinitos, que se me trepa un martillo hasta la nuca y todo giró tan bonitamente que la escalera de caracol me pareció de cienpiés.
Había estado unas seis horas bajo el sol, y a pesar de no haberme sentido quemado ni acalorado, el sol si estaba potente.
Total que mareado y con la sensación de ser el doble de cabezón, bajé cautelosamente y entré a la cocina de mi casa, toda ventilada, pensando en beber un vaso DE agua.
Ultimamente tengo el reflejo automático de, en cuanto cruzo el umbral de mi casa, voy dereco a la televisión a encenderla. Así que me seguí de largo, y justo a medio camino me asaltó un escalofrío tan tembloroso que no tuve más que encogerme diciendo: Pinche frío, ¿de que se trata?
Así nomás, me había insolado. Carajo. Otro pretexto para que al llegar ella me apapachara y se acurrucara junto a mi con su carga de bondad y atenciones.
POr la noche, entre tanta fiebre y sudores fríos y electrolitos y una distorsionada película, se me ocurrieron varios cuentos, de los cuales entre antier, ayer y hoy, he rescatado tres, que de un plumazo ahí están ya en su primera versión.
la próxima semana abriré los archivos y les daré una retocada y se irán ahora a la carpeta de los terminados.
Con sucesos así, seguro antes de que acabe el año estaré cumpliendo con mi editor con otro libro de relatos cortos.
ya les avisaré.
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1 comment:
Felicidades!
Yo en cambio estoy tan carente de argumentos que no me decido entre la insolación o los electroshocks.
Abrazos hasta la azotea.
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