De manera sesgada, casi inconfesada, muchas veces me he dicho a mí mismo que en realidad no estoy enamorado. Que a lo mejor nunca lo he estado. Me lo digo porque, ahora que más o menos entiendo de letras, de metáforas, de interpretaciones poéticas de las emociones y sensaciones del cuerpo, no he encontrado nada en mí que se parezca, aunque sea de lejos, a esas floridas descripciones de los románticos y enamorados que dejan el alma en cada carta, en cada misiva y en cada acción realizada para la pareja. He escrito muchas cartas, la mayoría cargada de frases contundentes cuyo esperado desenlace puedo adelantar. Pero jamás me he sentido auténticamente impelido a realizar esos actos heroicos que suponen el verdadero amor, sea cual sea. Constantemente veo casos y notas donde el amor no es sólo palabras, sino actos. Y al cuestionarme si yo sería capaz de realizarlos por mi pareja acabo aceptando que no, jamás, ni loco… o ni enamorado.
Digo todo esto confesando otra vez que no sé si es realmente amor lo que me une a ella, u otra de esas plácidas rutinas que adoptamos a lo largo de nuestra vida y conscientemente disfrazamos de sentimientos.
Pues bien. En los días anteriores algo ha ocurrido (no daré detalles porque son demasiado míos y por más que quisiera, no puedo confesar), que hizo que ángela se enojara tremendamente conmigo. Ya otras ocasiones se ha enojado. La he visto realmente mal. ¿Y saben que? Me perdona siempre. Algo de lo que ella siente por mi, y que yo no alcanzo a sublimar, es lo que la impulsa a pasar por alto mis estupideces. Ella me ama. Yo me siento ligado a ella indisolublemente. Pero cuando pienso en la palabrita, por más que intento, no consigo admitir que sea amor. No lo entiendo. No asimilo el concepto y por lo tanto no me dejo envolver por su pretendida magia.
Bueno, retomo el relato. Entonces ella se enojó conmigo. Ya hace dos días que no me habla. ¿Y saben otra cosa? Me afecta mucho. No en el sentido de que me entristezca o sufra. Pero me he dado cuenta de que las cosas como que pierdn su chiste. Como que salir a rolar no tiene la misma emoción. Como que las mujeres, a las que siempre veo con cierto gusto y morbo y deseo y todas esas suciedades, ahora no me parecen atractivas. Algo amarillea el panorama. Y sólo porque ella no me dirige la palabra ni me da un beso al salir ni me toca al acostarnos ni me cuenta como le ha ido en la escuela, ni se ha querido comer las cosas que preparo en el desayuno.
Me siento extraño, algo falta, algo se me desmorona. Algo que me niego rotundamente a llamar con aquella palabra deshilachada pero que en vista de su ausencia no encuentro con qué sustituirla.
¿Qué nombre le pondré?
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment