¿Cómo se planea una vida?
¿Cómo sabemos cuando hay que capitalizar una idea, una actitud?
¿Qué tanto un ideal debe ser sacrificado para permitirnos vivir en este sistema?
¿Y si no existen los ideales y en su lugar sólo hay pretextos?
¿Cómo saber reconocer un pretexto y separarlo del sentido del ridículo, de la comodinidad, de la cobardía y la inercia?
¿Cómo le decimos a la opinión que de nosotros tienen quienes nos conocen y nos quieren, que sí podríamos hacer lo que sugieren sin sentirnos derrotados, o manipulados, o poco comprendidos?
Y ya encarrerados, ¿hay una fórmula para esquivar las pataletas adolescentes que no hemos superado?
Los que ya lo lograron ¿cobrarán mucho por enseñarnos, que no sea muy caro por favor y que no me ofrezcan tranquilidad estática de aquí en adelante?
…
¿Por qué si ella tiene razón siento que al mismo tiempo me está chantajeando?
¿Aceptando acaso que soy miope, mediocre, dejado, comodino, que prefiero que mi unión se desmorone antes de poner la espalda para que el cascajo caiga sobre mis hombros mientras mis manos sostienen el techo resquebrajado?
Y una vez aceptado ¿qué sigue?
Así de imbécil y egoísta y estúpido me estoy portando. Así de cobarde y estéril es mi reacción ante la sugerencia patinada de advertencia que ella me ha hecho.
Y a pesar de todo me ama.
Qué ojete, que desgraciado, que poca madre la mía por ver a lo que ha llegado y yo nomás con el remiendo de actividades que para colmo se han alejado de lo que yo presumo ser.
Porque mis últimos movimientos en pos del dinero no son ni mucho menos mi especialidad, son parches de una vida lerda, son afanes de prolongar otro poco la ruindad en que mi existencia parásita se ha convertido. Son ganas de estar fastidiando, o la falta de ganas por hacer algo digno de tomarse en cuenta.
Es miedo, es rencor, es apatía, es valemadrismo, es charlatanería, es un poco de todo y es quizá un problema síquico o neuronal o visceral o es otro pretexto; pero es algo que, lo juro, me ha costado muchísimo erradicar, a pesar de que para ustedes sea tan fácil, tan evidente, tan ahí, a tiro de piedra.
Es algo que no me enorgullece, es algo que me hace sufrir, no con un sufrimiento exhibicionista, sino con uno atenazador, oprimente, paralizador. Lo que me lleva a una espiral de tragedia, porque es precisamente esa parálisis, esa inamovilidad la que me ha llevado a esta situación.
Ay carajo, a veces, imbécil que es uno (y yo creo que ahí es donde radica el meollo del asunto), pensando y dándole vueltas, parece más sencillo y más dramático y más como espectacular y aleccionador y como una pequeña venganza infantiloide, la idea de morirse, suicidarse; o acabar en la calle astroso y cagado y meado y absolutamente apiltrafado parece más sencilla y más viable y más a la mano, que esforzarse y dejar de lado atavismos y decir: hoy me levanto y chingue a su madre, trabajo duro y me hago de esto y aquello y a los compromisos que me estorban simplemente les digo que se vayan a la chingada y ante todo está mi necesidad y mi pareja y yo, y lo demás me vale madre.
Y entonces, decir: me vale madre arrasa parejo y se lleva entre las letras y las horas desperdiciadas precisamente aquello y aquella por la que el esfuerzo valdría la pena.
Si alguien, que no cobre la terapia, que entienda lo que escribo, tiene la amabilidad de venir y mentarme la madre y patearme el culo y raparme las hippies mañas y dejarse de apapachos perjudiciales, neta que le estaré agradecido.
Porque de otra manera, ante la cantidad de pendejadas que he hecho, ya valí madre.
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