El metiche de marras

Wednesday, September 03, 2008

Inseguros hasta de nosotros mismos

Hace días se reunieron con gran bombo y platillo gobernadores de varios estados del país con Fecal en Palacio Nacional. La gran nota es que ahí estuvo Marcelo Ebrard. Todo organizado para dejar ver que finalmente van a “trabajar” para abatir la impunidad en la que han operado los malos.
Lo que no logra el asesinato de dos locutoras indígenas a manos de militares, las masacres de campesinos en Chiapas y Chihuahua, los movimientos sociales en Atenco, guerrero y Oaxaca, las anónimas muertas de Juárez, los secuestros tradicionales orquestados en Tenancingo y cientos de casos poco ventilados en los medios, lo logra un apellido empresarial.
Ahí tenemos entonces la fórmula. Si queremos que el gobierno haga algo, hay que dirigir las baterías a los aliados del poder: los empresarios.
Ya es hora de dejar de criminalizar al pobre por ser pobre, al desesperado por recurrir a medios poco ortodoxos con tal de llamar la atención a sus demandas de justicia, y aceptar por fin que en México, la justicia siempre ha estado al servicio del dinero y a las argucias legales de poderosos sin escrúpulos.
Sólo así se entiende que a líderes sociales se les den cien años de cárcel y a funcionarios del congreso se les otorguen amparos para no informar de sus posesiones. Que a los gobiernos de Puebla y Oaxaca se les ratifique en sus cargos a pesar de las evidencias en su contra y a sus detractores se les encarcele bajo argumentos absurdos.
Ya es hora, carajo, de que entendamos que esta mal llamada democracia es un juego perverso que lo único que hace es fomentar ese círculo vicioso en el que por más carreras de ratón en cilindro, no podremos cambiar.
El cambio no es posible marchando; si, como atestiguan los medios noticiosos, mientras una familia anda en la manifestación, los secuestradores de su hijo alistan el plan para sacarles sus setenta mil pesos.
El cambio es recuperar el poder del ciudadano sobre las decisiones a puerta cerrada de aquellos que para colmo, deciden cobrándonos por hacerlo.

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