El metiche de marras

Wednesday, July 28, 2010

Ociociudades III

*Tienes un mensaje de texto*
El celular es la piedra angular de la época actual. Como lo fue en otros tiempos el sombrero de copa, o el caballo. Todo el mundo debía tener uno, y una vez tenido, debía procurarse que éste fuera mejor que aquel, con más alzada o un mejor material hasta llegar a los accesorios, la pluma, el listón, las jaretas, los aparejos, todo lo ostentoso que se pudiera para diferenciarse de los demás.
No poseerlos equivalía a dejar de ser, a perderse entre la pelusa, a ser un jodido miserable indigno de codearse con la gente. O ya en un plano menos dramático, a no tener amigos del rango social pretendido. Bueno. A los adolescentes si debe parecerles un drama, y hasta una tragedia. He visto casos de pérdida de la dignidad con tal de que papá les compre el modelo 4500 o el blackberry más actualizado. He sabido de robos, de intercambios sexuales, de chantajes, con tal de comprarse uno.
El celular es la entrada a las pasarelas sociales del zapatófono. Comunicarse ha pasado a segundo plano. Se trata ahora de variar el modelo dependiendo de las tendencias de la temporada. Celulares de diseñador, celulares con estrambóticas combinaciones de colores y de materiales. Celulares con infinidad de aplicaciones que nada tienen que ver con su intención original.
Ahora adquirir un celular es consultar catálogos, visitar anaqueles, y lo más importante: tener en cuenta que no se parezca en nada al celular de la amistad a la que se pretende superar en estatus.
El celular es ahora, paradójicamente, la herramienta idónea para tener menos amigos, que contactos los podremos tener a miles. No hace poco veíamos un comercial televisivo en donde se mostraba a toda una ciudad agachada, robotizada, zombificada; pendiente de las pantallitas de sus celulares e ignorante de su entorno. Aislados merced a los auriculares, hablando a la nada con el manos libres. La comunicación en esta dinámica es ahora así: hablar frente a frente es anacrónico. Un celular es también un entrenamiento en eso que ya George Orwell llamaba “la neolengua”, tan imprescindible en estas aceleradas actualidades en que comunicar una idea es fácil mediante mensajes de texto, mensajes multimedia y emoticones. Comunicarse ahora es intercambiar fotos, canciones, gif’s. Es sustituir la lengua y la garganta por el Bluetooth y el infrarrojo.
Por eso, si tú conservas aún ese tabique electrónico mediante el cual hablabas a los alejados geográficamente, tienes ante ti dos opciones: o te actualizas al modelo en boga o te resignas a no formar parte de los elegidos para figurar en ese bendito y esperanzador RENAUT.

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