El metiche de marras

Wednesday, May 02, 2007

para sacudirse telarañas

Nada mejor que una tragedia.
El lunes llovió en un volúmen que mi casa no soportó. Dos horas de tromba y el colapso del sistema de drenaje de la colonia ocasionaron el desastre. Cuando llegué lo primero que me extrañó fue que la puerta estuviera pesada, pero al meter el pie y sentir el ploch del agua, la esperanza se me fue a los pies. Al encender la luz y ver flotando por todo el cuarto una cantidad considerable de libros estuve a punto de soltarme a llorar. Recorrí toda la casa y comprobé que no había rincón sin agua.
Todo, todo, inundado.
Agua puerca, lodo, basura y trozos de mierda flotando gracilmente por toda la casa eran un cuadro que me shoqueó.
Con cubetas nunca habría acabado de vaciar mi casa, así que de plano a punta de martillo rompí los bordecitos que protegen contra las lluvias leves y que en este caso se habían convertido en trampas que impidieron el desagûe.
Cuando mi chica llegó y vio el desastre, se me anudaron las palabras al mirar su rostro de desolación y de inmediato la emprendió contra cualquier cosa. Me culpó por haberme negado a mudarnos a los primeros síntomas de inundación el año anterior, se culpó por hacerme caso, culpó al casero por no tener casas más seguras y culpó hasta a dios por ser dios.
Y eso que a ella nole tocó meter los pies en el agua, sólo alcanzó a encontrar la cuarta parte del lodo; lo demás ya lo había sacado. Aún así, nos pasamos gran parte de la noche y la madrugada, esparciendo en mesas y sillas algunas cosas para que se escurrieran.
Después de medio limpio el baño encendí el boiler y nos bañamos procurando guardar agua jabonosa con la que fregar alguna zona del suelo. Afortunadamente nuestra ropa, toallas, sábanas, un par de zapatos de ella (los que usaría al día siguiente), y el colchón, no habían sufrido daño alguno. Dormimos envueltos en las sábanas y cobijas con un sueño aislado. En toda la casa el olor era nauseabundo.
Al día siguiente me sentía con esa sensación de cruda alcohólica que ya hace mucho no sentía. Todo era resultado del olor. Ella se fue sin desayunar, sin despedirse, y sin el beso mañanero. Yo me dediqué a subir cosas a la azotea a asolearse.
Cuando regresó llegó de mejor humor, había estado en el desfile del sindicato con motivo del día del trabajo y llevaba en las manos algunas bolsitas de lunch. me habló, se disculpó por su exhabrupto nocturno y entre los dos seguimos limpiando la casa. Comimos calabacitas con queso que ella había cocinado la tarde anterior y por la noche, ante la amenaza de otra lluvia, me ayudó a rellenar costalitos de tela con arena para formar otros diques temporales en lo que reparamos los que rompí.
pero la cosa se ha ido apaciguando. Anoche hicimos el amor y comentamos el tipo de mobiliario que construiremos en la nueva casa, quede hecho, es la misma en la que estuvimos hace casi cinco años.
Hoy salió al trabajo, se despidió de mi con ojos sonrientes y yo estoy aquí, a la vuelta de mi casa, escribiendo esto mientras el sol termina de secar nuestros zapatos. Ahora que regresé. voy a tirar cajas y cajas con papeles que consideraba importantes y que curiosamente, ni siquiera estoy contemplando revisar.
Pondré a secar las fundas de mis acetatos y pondré en cajas de cartón las cosas secas, esperando que mañana o pasado, un camión de mudanzas nos lleve a otra casa.

1 comment:

Beatriz said...

Si ahora mismo tuviera que definir la esperanza, tendría las mismas letras de tu post.
Disculpe la cursílería... me he emocionao.